En la tierra de los mártires de Chicago - Melissa

Era niña y mis oídos escucharon la historia de unos hombres que luchaban por tener trabajo digno y horas limitadas a la explotación, en un país que se suponía progresista desde entonces, y hablo de fines de 1800. Fue la primera vez que escuche hablar de los anarquistas, y su desprecio por el orden dictatorial, la institución burguesa del trabajo,  la fuerza policial. Me indignó la manera en que fueron asesinados por el régimen ante la mirada del mundo.
Después encontré a Emma Goldman y ella, que se fue a Chicago desde Rusia para luchar donde fueron asesinados sus hermanos, agregó las maravillosas ideas contra la monogamia, la pareja, la maternidad obligatoria, y no solo sino que expreso sus extraordinarias consignas sobre el derecho  al goce y la belleza. Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa, dijo, consigna que ahora es muy citada por otras mujeres, sacada del  contexto de fuerza de Emma, la roja, como le llamaban que lucho todos los días de su vida con una ferocidad increíble.
Y aquí estoy, en Chicago, en la tumba de los anarquistas, trayendo rosas rojas a su memoria, y con ella el perfume rebelde de Berta que no nos ha dejado de acompañar en este viaje.
Berta, la colorida, la lenca, la bruja sediciosa que nos alborota a quienes pasamos por su camino la vena de la rebeldía, con la palabra como una daga en cada explotador y criminal poderoso; con la sonrisa para cada hombre y mujer que se rebela en cualquier lugar del mundo.
¡Que desgracia el asesinato en el paso de los siglos de los hombres y mujeres mas valiosos para las luchas comunes!
Los mártires de Chicago asesinados por su pensamiento y sus ideales lograron en el mundo que millones de trabajadoras y trabajadores tuvieran condiciones dignas, por las cuales ahora tienen que volver a pelear. Esa es la otra parte de la historia.
Berta, viva y poderosa en todas partes donde vamos, no cesa de propagar su discurso antipatriarcal, antirracista, antiimperialista sembrado en tantas voces y luchas que no tenemos manera aun de mirar su esperanzada cosecha.
Nos duelen sus muertes, pero cuan grande dignidad y fuerza en sus vidas, nos comparten.


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